El deseo de decorar las paredes ya estaba presente en el Paleolítico. Lo atestigua el arte rupestre de Altamira. O La última cena en tiempos mucho más recientes. Cuevas y conventos no son la excepción: también en casa le damos importancia a la estética mural.
Pero el fresco ya no se lleva. Y el tapiz está al alcance de muy pocos bolsillos. Quizá hoy la forma más simple y económica de dar un toque de textura y color a las paredes del hogar consista en revestirlas con papel pintado.
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